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domingo, 1 de octubre de 2017

Una repuesta a Gisela Marziotta: comunicación y poder, por Néstor Piccone (para "Agencia Paco Urondo" del 30-09-17)



El especialista y militante en comunicación Néstor Piccone responde a las reflexiones de la periodista Gisela Marziotta que hizo para este mismo medio.



Néstor Piccone*

La periodista - candidata Gisela Marziota, en la entrevista publicada por esta agencia, dispara algunas cuestiones que, a mi entender, forman parte de un debate pendiente. Pido permiso y encaro.

Sucede a menudo que los referentes políticos -ante un resultado electoral adverso- la emprenden contra los votantes esquivos: “la gente no sabe lo que vota, votan a quien lo va a castigar o explotar,” farfullan. O más condescendientes consideran que todos los males que padecemos surgen del  “blindaje mediático” y no de nuestros errores político-comunicacionales. La solución entonces parece que  pasa por abrir las puertas  de TN y los grandes medios.

La mitad más uno de la población votó a un empresario multinacional para presidente y es quien gobierna la Argentina. Más de un 30 por ciento lo ratificó en las PASO. En la CABA, donde compite Marziotta, el porcentaje fue abrumadoramente mayor.

¿Puede un trabajador, un desocupado, un jubilado, una ama de casa, un joven, votar a Mauricio Macri? Está demostrado que sí. Y además algo que pocas veces se tiene en cuenta, Mauricio, en 2015, no era un desconocido para las mayorías. Aunque algunos gustan de repetir que ganó porque mintió en la campaña o que rompió el contrato electoral con sus votantes… la mayoría sabía que Mauricio era Macri.

Mauricio Macri  inició su carrera política por al año 1995, al mismo momento que Carlos Menem era reelecto. El riojano, por entonces, ya había producido el cambio estructural  más perjudicial para la clase trabajadora y el pequeño empresariado nacional. Fue cuando nos hizo entrar, de prepo, en la globalización neoliberal.
La carrera de Macri fue gradual: primero Boca Juniors, un club de fútbol que se ufana de representar a la mitad más uno del país; luego la ciudad de Buenos Aires donde logró dos mandatos consecutivos y que no contento con eso eligió a quien iba a ser su heredero: Horacio Rodríguez Larreta. En 2015 alcanzó la presidencia de la Nación. A fuer de simplistas podemos decir que en Boca derrotó a Carlos Heller; en la Ciudad Autónoma a Aníbal Ibarra y en el país al kirchnerismo. Un kirchnerismo que sin candidato propio optó -a regañadientes- por un empresario nacional y deportista de élite: Daniel Scioli. 

Pero ¿por qué ganó Macri? ¿Se puede creer que fue sólo fue por la mano y las operaciones de Héctor Magnetto? O nos podemos permitir pensar  también que alguna cosa supo hacer al momento de leer la realidad.

El Siglo XXI, tras el estallido político, social, económico y cultural que sembró el neoliberalismo, surgieron variantes por fuera del sistema partidario que asumieron el hastío de gran parte de la población contra la clase política.  Un fenómeno que no es patrimonio de los argentinos. Emmanuel Jean Michel Frederic Macrón en Francia o Donald John Trump en EEUU son expresión de esa caída de representación de los partidos históricos. 

Trump ascendió como republicano pero en franca contradicción con la cosmovisión y alianzas del propio partido. Macron fue ministro del socialismo francés y Macri con una expresión vecinalista se apoyó en la estructura política de la Unión Cívica Radical, no sin antes intentar cooptar al PJ. Los tres supieron a quienes había que hablarle.

El núcleo duro de Cambiemos trabajó con la idea de que la clase trabajadora (y el movimiento obrero que la expresa) no sólo está dividida sino que ya sólo representa a un cuarto de la población económicamente activa y que el 75 por ciento restante está sumido, desde hace muchos años, en la acción de sobrevivencia individual. 

Hay entonces un 75 por ciento de los argentinos que  hace tiempo está a la deriva ideológica y que sin norte superior ni futuro trascendente, aprovecha las oportunidades que cualquier gobierno pone a su alcance, tanto para recibir subsidios como para consumir. No sabe de construcciones colectivas, desconoce el valor de la sindicalización, le cuesta optar por el cooperativismo como forma de organización del trabajo. Ya nadie le habla de socialismo, algo escuchan de peronismo. El discurso del emprendedurismo les cabe.

Ese 75 por ciento, sabe de inestabilidad, conoce la incertidumbre; es conservador porque es temeroso. Aunque forma parte de minorías, sexuales, etarias, económicas,  abjura de ellas. Un 25 por ciento ya ni siquiera va a votar. Acostumbrado por los Medios al eterno presente, es de memoria ligera y no recuerda el pasado más reciente.

La clase trabajadora argentina no está convencida de una única ideología, tal vez por eso también elige líderes conservadores para representarlos; muchos de los cuales  miran al gobierno de turno con simpatía. 

Mauricio Macri expresión de una minoría del gran empresariado concentrado y con una cabeza transnacionalizada entendió que su clase no debía delegar poder en la política y fue por el Estado. Sabía que para lograrlo primero tenía que formar parte del dispositivo mediático del poder real, por eso SOCMA fue pionera en la introducción de la telefonía celular. Los Grupos Empresariales para crecer en poder económico, no necesitan de Clarín; en todo caso con Magnetto disputan plataformas, formatos y contenidos. 

Durante muchos siglos el esclavo creyó que la mejor protección para sí mismo estaba en manos del Amo. El Amo comunicaba bien, decía lo que el esclavo quería escuchar y tenía los medios para hacerlo y no era solo coerción física.

El esquema es el mismo. El Amo, los grandes empresarios, sobre las debilidades organizativas, de representación y participación, de debate y por lo tanto de comunicación del campo popular, tomaron el Estado. 

Alguna vez Néstor Kirchner, recién asumida su presidencia (en una multitudinaria reunión  de la que participé como integrante de la FTV-CTA) dijo que entre “el presidente y el territorio había un Estado cooptado por el enemigo” y propuso articular esos dos polos de poder: gobierno y territorio. Fue en 2003. 14 años después la propuesta debería ser la misma. Ya sin el poder del Estado (y sus múltiples recursos) se debería avanzar en la articulación de los poderes: político, social, económico, cultural. La cuestión fue, es y será el poder. 

El nuestro se hizo desde abajo, siempre fue popular; la comunicación también. 

* Psicólogo, periodista, militante de la comunicación.

Publicado en:
http://www.agenciapacourondo.com.ar/opinion/una-repuesta-gisela-marziotta-comunicacion-y-poder

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