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jueves, 19 de julio de 2012

Venezuela, plaza estratégica (II), por Juan Chaneton (para “Nos Comunicamos” de julio de 2012)


Por Juan Chaneton/www.nos-comunicamos.com.ar

La decisión tomada en la cumbre del MERCOSUR celebrada en Mendoza los días 28 y 29 de junio pasados, en virtud de la cual Venezuela ingresó al espacio como miembro pleno, constituyó una clara advertencia a los Estados Unidos por parte de Brasil, Argentina y Uruguay.

El contenido de esta advertencia vincula a nuestra región con los procesos políticos de Honduras y Paraguay y con las políticas injerencistas y de potencial agresión a Venezuela por parte de una administración norteamericana urgida por impedir que Hugo Chávez se alce, el próximo 7 de octubre, con un triunfo electoral aplastante, lo cual no es seguro pero sí probable y, por otra parte, elevaría la estatura estratégica de Venezuela y de la región a niveles inasimilables para un capitalismo anglosajón-europeo en franca crisis, en declive geopolítico y, por añadidura, desafiado, en cuanto a influencia mundial, por nuevos actores, China y Rusia en particular.

No es relevante el dato que ubica a Lula como el artífice y estratega de la decisión tomada en Mendoza (ver www.alainet.org.ar nota de Raúl Zibechi: “El «intempestivo» ingreso de Venezuela al Mercosur”). Lo importante es que el imperio debe tomar nota de la decisión de dar pelea que anima al continente.

La batalla de Honduras se perdió, pero es una derrota táctica Y de toda derrota -aun de las estratégicas- se puede sacar lecciones. Y lo que deja esa situación como saldo es que el zelayismo puede reconstruirse como opción y, en segundo lugar, que se confirma (y, por ende, se pueden elaborar las contrarréplicas eficaces) cuál es la política del Pentágono para América latina: subvertir la democracia haciendo pie en zonas del propio sistema institucional de los países que han optado por una vía autónoma y progresista de desarrollo y cuyos gobiernos, además, exhiben una incontestable legitimidad de origen. Eso ocurrió en Honduras.

Lo mismo vale para Paraguay. Era cantado que el golpe podía venir por ahí, habida cuenta de la debilidad política de Lugo que no sólo no había construido poder territorial sino que contaba con un Senado casi enteramente stronista, al igual que el poder judicial, el área administrativa del Estado, el ejército y la policía. Pero aquí, si bien no se pudo evitar el golpe de Estado, sí se dio en el clavo con la respuesta adecuada: a partir del 31 de julio Venezuela será miembro pleno del Mercosur, lo cual fortalece a éste y a Venezuela al par que descoloca a los Estados Unidos.

Resulta imprescindible para el futuro de una América Latina integrada y potencialmente capaz de abrirse a sí misma un horizonte no capitalista, que las elecciones en Venezuela del 7 de octubre culminen con un triunfo contundente de Chávez. No se trata de cualquier país, sino del tercero en reservas comprobadas de gas y petróleo. Unido a Irán en la OPEP puede hacer subir o bajar el precio del crudo en todo el mundo. Ni Cuba ni Argentina, incluso, serían como son hoy si Venezuela no fuera un jugador estratégico en el tablero regional.

Y, por otra parte, no es cualquier país el que bregó activamente por dejar de lado los aspectos leguleyos del caso y abordar el asunto por su costado político en la cumbre de Mendoza: fue Brasil, miembro del BRICS y sexta economía mundial por encima de Inglaterra. Y lo fue porque sus dirigentes captan, sin hesitaciones, la envergadura geopolítica de Venezuela.

Si Capriles pierde –y eso se sabe siempre antes del día de las elecciones- vendrá la violencia. Por eso, el discurso del comandante Chávez en el 201º aniversario de la independencia del país, contuvo recurrentes advertencias sobre el punto y precisas recomendaciones para evitar las provocaciones. Será difícil y habrá que tener paciencia, pero es la única manera de desbaratar el programa trágico que, para Venezuela, está urdiendo el imperio.

El odio a Venezuela por parte de los Estados Unidos lo fundan, a estas horas, mejor los republicanos que los demócratas, enfrascados, ambos, en una campaña de “elecciones libres” que arrojarán un vencedor que, en cualquier caso, gerenciará los intereses de los grupos financieros. Aquéllos no sólo advierten que la soberanía nacional de los países con recursos vitales quita a los modelos del despilfarro y del consumo bobo una crucial base de sustentación, sino que también se dan cuenta de que, de consolidarse y avanzar, Venezuela podrá mostrar a Sudamérica resultados sociales que serán, en sí mismos, un camino y una indicación precisa e inequívoca acerca de en qué dirección hay que marchar para que los pueblos dejen de sufrir. Temen, en fin, lo mismo que temen de Cuba: que el ejemplo cunda.

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Colombia es una plataforma estadounidense en América Latina que ha trocado la frontalidad agresiva que lució bajo Uribe por una fachada más respetuosa de las formas democráticas y aparentemente dispuesta a jugar con sus hermanos latinoamericanos en el marco de la Unasur y en sintonía con el conjunto.

Del presidente Santos, sin embargo, cabe sospechar que se pelea con Uribe por la mañana para cenar juntos por la noche. El TLC de Colombia con EE.UU. es incompatible, a la larga, con la pertenencia a la Unasur y se trata, por otra parte, del mismo Santos que organizó y operó en el terreno para violar el territorio ecuatoriano y asesinar a Raúl Reyes y otros guerrilleros de las FARC cuando el ahora presidente era ministro de Defensa de Uribe.

Las bases norteamericanas en Colombia son indeterminables en número pero no es desatinado suponer que, en la más pura clandestinidad, se están construyendo nuevos enclaves militares con el consentimiento de Santos y en el marco de un plan contrainsurgente que sigue teniendo al ejército colombiano como vanguardia armada reaccionaria en el continente.

Una opción siempre a mano para el “cambio de régimen” en el país del caudaloso Orinoco, es Colombia y su amplia frontera con el vecino bolivariano. En Cúcuta, en la frontera con Venezuela, se acaban de reunir Uribe y los amigos de Capriles. En el ejercicio de una flagrante provocación, Uribe se injirió, con retórica belicista y antisocialista, en los asuntos internos de Venezuela. En la opinión de quien esto escribe, es erróneo el argumento de que el delito de Uribe consiste en inmiscuirse en “los asuntos internos de Venezuela”. Decir eso es hipocresía leguleya. Uribe no se inmiscuye. Uribe es un coronel al que sus generales mandan desde Washington a defender los privilegios de los bancos y de los empresarios sostenidos por el dinero del narcotráfico. Uribe no se inmiscuye porque aquí el enfrentamiento histórico que vivimos tensa, en uno de sus polos, a los Estados Unidos y secuaces y, en el otro, a los pueblos de América Latina. También Lula se inmiscuye –y con todo derecho- en la campaña electoral que tiene lugar en la provincia venezolana de la gran patria latinoamericana. Lo hace cuando dice “..tu triunfo, Chávez, será el triunfo nuestro, el de todos los latinoamericanos…”. Ya lo había hecho, en 2007, cuando, en ocasión del referéndum, declaró al mundo que “el de Chávez es el mejor gobierno que ha tenido Venezuela en los últimos cien años”. Y está bien que así sea. Se acabaron los nombres falsos, los seudónimos, las alegorías; se caen las caretas; antifaces y máscaras dejan ya de ocultar los rostros de unos y otros. La USAID no procura el desarrollo ni la DEA combate el narcotráfico. Ambas son agencias norteamericanas que trabajan para destruir nuestros procesos independentistas. Y es de este modo que se juega hoy la política en nuestra región.

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Otro recurso, dentro del recetario contrarrevolucionario es el ya famoso invento de la “oposición democrática”. Es esa “oposición” que presentaron los medios internacionales como artífice de la “primavera árabe” que, como se sabe, nunca dejó de ser crudo invierno. Egipto y Libia. Dos ejemplos. El primero “es un gran aliado nuestro”, acaba de decir Hillary Clinton. Pero el más torpe y evidente como modelo golpista, hoy, es Siria. Una “oposición” que, desde el comienzo de las hostilidades, está armada hasta los dientes y con tecnología de última generación no es oposición sino un bloque bélico mercenario plantado por los EE.UU. en territorio sirio con el fin de eliminar a un gobierno al que ahora descubren dictatorial pero que, en realidad, constituye un escollo para avanzar hacia Rusia y China con el designio de rodear a esos países de bases militares y dejar, en lo inmediato, el camino expedito para invadir Irán. Juego geopolítico, éste, que bien puede practicarse a la inversa: cerco a Irán para atacarlo y dominarlo y, ahora sí, la ruta hacia Moscú y Pekín queda liberada. Apuestas de largo plazo.

En términos semejantes y si bien se mira, Venezuela ha entrado como “zona objetivo” de los EE.UU. y lo que hoy están haciendo en Siria ya lo vienen intentando en América Latina desde hace por lo menos tres lustros. Se trata de “hacer base” en alguna zona del sistema institucional del país (policía, poder judicial) o de la sociedad civil (propietarios rurales, urbanizaciones afectadas por la delincuencia común) para, desde allí, agitar al conjunto de la población mediante una operación de montaje mediático que movilice a la opinión pública contra las autoridades legitimadas por el voto popular.

Ecuador y Bolivia sufrieron en el pasado reciente este tipo de operaciones fogoneadas por colaterales de la inteligencia norteamericana y no están exentos de nuevas intentonas golpistas. Argentina, por su parte, estuvo cerca de la consolidación de una protesta social artificial fomentada con el pretexto de las retenciones móviles a la exportación agrícola; y los gobiernos provinciales de Chubut y Santa Cruz encuentran, a estas horas, a sus policías sublevadas a pesar de que los porcentajes de aumentos salariales que los gobernadores respectivos han otorgado superan largamente a los obtenidos en paritarias por el conjunto promedio de los trabajadores.

En nuestro país, además, se están produciendo seguidillas de delitos comunes de perfiles francamente violentos y todos con la consecuencia inmediata de la movilización de la sociedad civil que reclama, mediante exigencias directas a las autoridades políticas, medidas enérgicas contra la “inseguridad”. Los medios informan, asimismo, que los vecinos se arman por su cuenta ante una sedicente incapacidad de las autoridades para controlar el fenómeno.

La pregunta sobre si lo que acontece en Salta es delincuencia común u otra cosa se dibuja sin esfuerzo. En el primer aniversario de las muertes de las dos jóvenes francesas aparecen colgadas de un árbol otras dos jóvenes. También hace un año que desapareció María Cash. ¿Es el narcotráfico? A esa conclusión puede, muy bien, llegar la DEA. América Latina es una sola. Y hoy no es de los EE.UU., como ayer. Hoy pugna, en serio, por romper cadenas. Las hipótesis son parte del análisis.

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En el caso que nos ocupa, señalamos que Venezuela encabezó, asimismo, la denuncia del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) y junto a otros tres países del ALBA (Nicaragua, Ecuador y Bolivia) se retiraron del mismo. Este Tratado es un acuerdo entre el continente y los EE.UU. que, en su letra, obligaba a la defensa común ante cualquier agresión armada extracontinental. Malvinas fue una ocasión para su aplicación pero EE.UU. se negó a hacerlo. Es que, en la realidad de las cosas, estaba, originariamente, dirigido contra la URSS (fue firmado en 1947) y ahora bien puede constituir una herramienta contra cualquier actor emergente en la arena mundial que desafíe el poder de los Estados Unidos en la región.

Como se ve, el ejercicio de la soberanía nacional de Venezuela no atañe sólo ni principalmente a la defensa de sus recursos naturales, sino también a los aspectos políticos de la defensa. En ese sentido, hay que mencionar el acuerdo de cooperación militar con Argentina, para lo cual el ministro de Defensa, Arturo Puricelli, viajó recientemente a Caracas con el fin de entrevistarse con su colega Henry de Jesús Rangel Silva. Venezuela tiene fluida provisión de armamento defensivo por parte de Rusia, China e Irán; a ello podría acceder, también, la Argentina. Y no se trata, en absoluto, del aspecto militar del asunto ya que, desde este punto de vista, difícilmente pudiera surgir una amenaza para los Estados Unidos. Lo que inquieta al imperio es la autonomía política que insinúa consolidar el continente, negociando directamente con los enemigos estratégicos de los anglosajones a quienes no podrá enfrentar con éxito en un hipotético futuro escenario bélico sin que, previamente, no haya convertido a nuestra región en “zona de seguridad” propia, esto es, en continente sometido en lo político y en lo económico. Hasta hoy, Sudamérica ha sido considerada, en la geopolítica norteamericana, “zona de influencia” y el Caribe “zona de seguridad”. Pero bien podríamos estar marchando hacia un escenario en que la “seguridad nacional americana” dependa, en la propaganda de los estrategas del Pentágono, del control que ejerzan en toda la superficie de nuestro continente.

Venezuela deviene, por esta vía, un obstáculo estratégico en los planes de dominación mundial de los Estados Unidos.

Y avanza Venezuela en términos polítco-estratégicos, pues lo que se firmará con Argentina es un “memorándum de cooperación para el adiestramiento, capacitación y tecnología de la industria militar”. Por esta vía, es el Mercosur el que se integra estratégicamente en el plano militar. Es por allí por donde había que empezar, por el Mercosur, espacio integrativo más homogéneo y sin alfiles yanquis en su seno, como es el caso de la Unasur. Lo sabe Chávez, quien acaba de afirmar que, pese al golpe de estado en Paraguay, “les salió el tiro por la culata porque ahora somos fuerzas armadas del Mercosur. Un gran impacto geopolítico y económico”.

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El 6 de julio culminó sus deliberaciones el XVIII Foro de San Pablo en cuyo cierre Hugo Chávez manifestó que los gobiernos progresistas de Sudamérica y el Caribe se han erigido en “una referencia internacional de alternativa victoriosa al neoliberalismo”. Y uno de los puntos centrales del llamamiento final del Foro fue alertar a los pueblos del mundo acerca de los propósitos de los EE.UU. -en colusión con la derecha venezolana- de desconocer los resultados electorales del 7 de octubre con el fin de generar “resistencia civil”, es decir, violencia reaccionaria organizada contra el pueblo de Venezuela para derrocar a su Presidente.

El eco del programa revolucionario bolivariano resuena en todo el mundo. En Europa, por caso, el candidato del Frente de Izquierda, Jean Luc Mélenchon, -que en las últimas elecciones presidenciales francesas quedó en cuarto lugar con más de cuatro millones de votos- declaró, en el referido Foro de San Pablo, que “Aquí los pobres son actores de primer plano, son los pobres los que salen a buscar a Chávez, a sacarlo de la cárcel. Este acto anunció un papel político de los pobres”. Para agregar enseguida: “La izquierda francesa tiene una tradición muy profunda de ruptura con el capitalismo: la Revolución Francesa , los Derechos Humanos, la Comuna de París. Lo que no es conforme a esta historia es la socialdemocracia de hoy día (que) no tiene nada que ver con esto porque no propone ni ruptura ni cambio profundo, ni se refiere a la emancipación de la sociedad, ni del ser humano”. Se refiere a François Hollande, pero vale para toda socialdemocracia, por ejemplo, el FAP de Binner.

Y de esto se trata, finalmente, del temor al “contagio”. Una revolución victoriosa y consolidada en Venezuela seguramente se erigirá en puntal de la liberación nacional latinoamericana. Ese escenario es letal para los Estados Unidos, razón por la cual se pueden esperar acciones criminales de todo tipo orientadas a evitar el triunfo del PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela) el 7 de octubre.

Y así como el ingreso de Venezuela al Mercosur es un salto estratégico en la conformación del bloque, el Senado paraguayo era el principal obstáculo para que tal ingreso se concretara. Del mismo modo, así como el pleno funcionamiento del Banco del Sur es vital para la consolidación del bloque, así también la burguesía industrial paulista es el principal escollo para que la institución financiera regional comience a funcionar. En la agenda de su interés de clase no figura la integración continental. Ellos crearon y disponen de su Banco Nacional de Desarrollo, de modo que no necesitan un clon. Aquí le tocará a Dilma Rousseff -o a Lula en una eventual segunda presidencia- remover tal escollo. No será tarea fácil.

Con Banco y moneda regional para las transacciones y con energía barata y disponible para un Mercosur que, de ese modo, se vería ampliado con el ingreso de Bolivia, Ecuador, Guyana y Surinam, sólo falta la presencia activa de China en nuestro continente para que la pesadilla estadounidense se convierta en cruda realidad.

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Como en la película de Marco Bellocchio, China se avecina; y no quedan dudas de que éste es el propósito del gigante asiático si nos atenemos a las propuestas del primer ministro Wen Jiabao en su reciente visita a la Argentina y otros países de la región: llevar el comercio bilateral (China-Mercosur) a 200 mil millones de dólares para 2016; inversiones en el campo financiero y tecnológico; y fomentar el acercamiento y la mutua influencia en materia educativa y cultural. Tales, las propuestas chinas.

Ellos pueden proponer y saben que pueden cumplir. El Partido es uno solo y las políticas no cambian. Nosotros, en cambio, seguimos presos de un sistema institucional que permite, bajo la ilusión de la democracia, virar ciento ochenta grados desde proyectos nacionales y sociales que tienen al conjunto de la población como único beneficiario, a otros que conciben a los pueblos sólo como masa de maniobra electoral y, en última instancia, como víctima de la ecuación 1-99, esto es, el 1 % de la población mundial propietaria del 99 % de la riqueza que ese mismo mundo produce.

El 7 de octubre se librará en Venezuela una batalla estratégica en términos geopolíticos. Los contendientes se llaman Estados Unidos, por un lado, y América Latina por el otro. El primero opta, en la apertura de esta partida, por mover “peón cuatro rey”. Este peón que el rey ha encontrado se llama Capriles Radonsky. Su partido lleva por título “Primero Justicia” y lo apoyan otros clubes representativos de lo viejo que quiere volver: “Un Nuevo Tiempo”; Acción Democrática”; y el patético “Movimiento Al Socialismo”. Un rejunte contra natura y sin proyecto.

A este candidato de los ricos de Venezuela lo asesoran, entre otros, el inefable Moisés Naím, ministro de Industria y Comercio durante el Caracazo, es decir, durante la insurrección popular que terminó con el corrupto, antipopular y antinacional segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Son estos los que quieren volver. Quieren volver como quiere volver la mafia de Miami. Quieren volver a recuperar sus privilegios y a arrinconar de nuevo al pueblo trabajador y a sus hijos (que constituyen un capital más valioso que el petróleo con que cuenta Venezuela) en la miseria, y en la carencia de derechos. Acaba de criticar a Lula este Naím (v. La Nación , 16/7/2012) porque se injiere en los asuntos venezolanos. Ya ha sido refutado, más arriba, el hipócrita razonamiento de este módico escriba del Grupo Prisa y del Washington Post, que le dieron trabajo ni bien huyó de Venezuela.

El comandante Hugo Chávez acaba de diagnosticar que los principales problemas que afrontará en su próximo período presidencial son la inflación y la inseguridad. Para la primera hay soluciones técnicas. Cuando el mercado exhibe “demanda agregada” (es decir, cuando el pueblo que antes no consumía ahora lo puede hacer) el precio que se paga es un período de aumento de precios. Venezuela es, todavía, un país capitalista en transición hacia un socialismo de nuevo tipo.

En cuanto a la inseguridad, la mitad, por lo menos, es delito común “plantado” por la inteligencia enemiga. Para aplicar un remedio técnico, aquí, primero es necesaria la masiva legitimación política.

Hacia allá va Venezuela. Con Bolívar como insignia. Bolívar, aquel que, en la pluma del poeta, dijo: “Despierto cada cien años… cuando despierta el pueblo…”.

Juan Chaneton

Julio/2012

Publicado en :

http://nos-comunicamos.com.ar/content/venezuela-plaza-estrategica-ii

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